La soledad vino por ella No estaba preparada Pensaba ella
La soledad la requirió una segunda vez ya no estaba Recorría al mundo huyendo de ella
Un imposible, la soledad allí siempre estuvo Y se hizo un gigante que su sombra Inundó todo su mundo imaginable
Recurrió a la fórmula de la evasión primaria En el reino de los sentidos encontró la heroína que le voló los tapones Cuanto placer hedónico, reptar entre carnes
Sórdido grito de la soledad hecha falo
Un rubí en cada pezón engastado Era la señal de la decadente resurrección
De los amores idos Nunca despertó del sueño del opio Nunca se supo si realmente conoció el amor
Arrojarse al delirio absoluto del opio, de la lascivia, para escapar a la soledad. Ese martirio visto desde fuera, del que no se sabe si realmente le hizo a la padeciente conocer el amor, a lo mejor es suave y blando por dentro como el pelaje que Juan Ramón Giménez le imaginó a Platero. Seguramente es lo que espera quien procura escapar de la soledad que es, digamos, como pretender escaparse de uno mismo. Hay que tratar de no sentir miedo de uno mismo. Es más epicureo y menos riesgoso.
Arrojarse al delirio absoluto del opio, de la lascivia, para escapar a la soledad. Ese martirio visto desde fuera, del que no se sabe si realmente le hizo a la padeciente conocer el amor, a lo mejor es suave y blando por dentro como el pelaje que Juan Ramón Giménez le imaginó a Platero. Seguramente es lo que espera quien procura escapar de la soledad que es, digamos, como pretender escaparse de uno mismo. Hay que tratar de no sentir miedo de uno mismo. Es más epicureo y menos riesgoso.
ResponderEliminarbueno, creo que me conoces yo me tengo miedo. porque estoy siempre pensando en lo que debe ser.
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