Fina, la medianoche.
Oigo los nudos del rosal:
La savia empuja subiendo la rosa….
Gabriela Mistral
Las grandes marejadas del norte
traen sus fauces
Que morderán ferozmente
las costas californianas
Fluye la adrenalina
por las arterias de los surfistas
En su recamara, ella, ajena
siente como todo crece
La incontenible marejada de la vida
con sus grandes rompientes
hacen ceder aguas abajo
su represada existencia
El Cinturón de Fuego
desde Alaska todo lo triza
Los orgullosos japoneses
lo esperan con honor
Es la trayectoria elíptica
de la daga hacia el esternón
En su recamara, ella, ajena
siente todo penetrante
Sus manos recorren
con sabiduría su cuerpo anhelante
Que al entrar
en sus ciegas hendijas
la abren de par en par
El oído sobre la tierra del Vesubio
y el olfato en sus gases
Distancian al vulcanólogo
de las sentimentales
canciones napolitanas
Ambas actitudes reflejan
vivir preocupado,
distrayendo la mirada
En su recamara, ella atenta, espera
que toquen a la puerta
Con el corazón en la punta de los dedos
hierve sobre su propia sangre
La lava encendida arrasa la recamara
todo es vida, sobre todo cuando se espera
Juan David Porras Santana
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