sino como reacción contra mi negligecia
que parezco generoso por encubrir mi mezquindad ,
que me paso de prudente por mal pensado ,
que soy conciliador para no sucumbir a mis cóleras
que sólo soy puntual para que no sepan cuan poco
me importa el tiempo ajeno.”
“Memoria de mis Putas Tristes”
Gabriel García Márquez
Siempre supe que el fondo de ti es parecido al que nos topamos los buzos, cuando una vez que rompemos el espejo de agua tratamos de alcanzarlo y nos cuesta inmensamente, hay que desprenderse del cuerpo y dejarle la maniobra al alma para alcanzar el objetivo. Una vez allí, ocurre todo lo contrario, volvemos al cuerpo para deleitarnos de la casi antigravedad y del vértigo de lo azul profundo.
No son muchas nuestras experiencias en
inmersiones simultáneas.
Mi memoria que es especialmente
reconstructiva, se ha encargado en transmutar la esencia de esos descensos y lo
que recuerdo de manera más vívida son los ascensos y la bocanada de aire fresco
cuando llego a la superficie.
Esto me ocurre porque simplemente obedezco a mi religión: si quieres ser feliz no preguntes.
Soy todo lo
contrario a ti, mi amiga del saber, tu capacidad para hurgar, desentrañar,
lamer el tuétano, te permite un ejercicio incansable del “hacer para no morir”.
Como las buceadoras de esponjas del Japón, no usas traje para protegerte, y como éstas
te sumerges casi siempre sola, lo que aguza tus sentidos y te da más autonomía.
A diferencia de ti, esa actitud obedece en el caso de las
apneístas orientales, a la necesidad mecánica de la subsistencia. En tu caso
pareciera que requieres penetrar al género humano para comprender lo que
sentimos, y sobre todo confirmar las miserias de lo demasiadamente humano, de
manera tal de asimilar el: “en cambio a
mi” como un ejercicio racional y no como lo que realmente es un
grito desgarrador que lo que pide es un tantito de lo cotidiano; ese no te
preocupes, ya pagué la luz eléctrica mi amor, la llegada sorpresiva de unas
rosas un domingo a las 6 de la tarde.
¡Ah! bajar la
guardia, quitarte la capa heroica y el arsenal de armas secretas: siempre lista
mi llave para “tragar harina”.
El “Yo lo sabía” quisieras que en algún
instante se convirtiera en: “no lo puedo creer que bueno, me está pasando a mí”.
Gracias al certero
consejo de tu amigo gay, me confesaste
que te abrió una espita para que te dejes querer, no permitas que se cierre,
los buzos de aguas profundas no te perdonaríamos tener que volver tan pronto a
la superficie sin disfrutar del azul profundo de tu ingravidez.
Juan David Porras Santana
No hay comentarios:
Publicar un comentario