A las madres que como las mías con
angustia velan por nuestro regreso.
Se ha simplificado a la mujer al rol de madre. Se
han cantado las más sentidas loas a la
madre.
El más vil carnicero serial hace intocable a su madre.
El más atroz Norman Bates mata una y mil veces a su madre.
Las he visto doblegar al instinto maternal y
hacerse hombres. Las veo a diario
partirse el lomo por hijos propios y ajenos, ¡Oh madres del mundo!
Incendiarias van llevando una y otra vez el mismo
mensaje al mundo: Por ellos todo, sin ellos nada.
Todas son tan parecidas y al mismos tiempo joyas individualísimas.
Es difícil dejar de ser madre con resignación olvidan ser mujeres.
En los mascarones de proa guían nuestras naves por ignotos mares,
crispados por huracanes tropicales. Sólo abriendo y cerrando sus pestañas controlan
nuestras maniobras para aceptar las adversidades.
Tienen en su poder el más antiguo de los secretos
de la supervivencia: el arte de conciliar y entender que Dios es una dosis que
hay que saber administrar
Todo es madre en el universo, el hombre una extraña negación que
se obstina en demostrar una singularidad que para ella no es más que ver a su
niño jugar que se autoproclama, hombre
Su hijo huirá
de su destino para como Edipo, volver a su regazo, única manera de hacer que
las madres del mundo no olviden que son antes que nada mujeres y asombrosamente
cumplan con el doble oráculo, Mujer y Madre. Una extraña manera de reconocer y
desconocer a un mismo tiempo la unicidad de su esencia.
Soplan vientos de cambio sobre el lánguido velamen
del destino. Las madres despiertan de la interminable primavera. Ha llegado el
momento de asumirse desde los atributos que les dio el universo:
Ser la certera flecha que quiebra en dos la entidad
de la existencia
Ser la libérrima fémina que impulsa la vida en el
planeta tierra
Ser la mano tierna y el puño fuerte que asegura que
la vida será eterna
Ser la víbora que llena de veneno exacerba nuestras
ganas de ser hombres
Impenitente en la bóveda Celeste describir la curva
azul, derrotero de nuestra existencia
Juan David Porras Santana
No hay comentarios:
Publicar un comentario