Cada minuto digo más y pierdo algo
La víbora le teme a mi inocuo veneno
Y mis alabanzas son escuchadas
por las sordas ranas en las charcas
Versos en los acuíferos de agua pura
Trinitarias descuelgan del balcón de mi amada
Y mis arremetidas someten
a sus generosas, lucias y fenicias carnes
Frutales del alba cuelgo de sus ramas
Apetito cítrico tan extraño en mi alma
Y mis pulsiones confunden a Eros con Thanatos
de allí que estando vivo parezco un muerto
Gitanos deleitan a la luna con cantes de plata
Desvarío en la misma esquina en la barra
Y mis alegrías se radicalizan hasta enmudecerme
Ese soy yo, ese soy yo, el duende que amarra
Juan David Porras Santana
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