El
sol le quemó las pantorrillas a esta dama tan fina
Ella no pudo esconderse porque con él dormía
Trataron de despertarla pero soñaba con su nueva vida
Libre, tan libre que la elemental arena la complacía
Iridiscente
la mar le hacía compañía
Ella le confesaba que no sabía si podría
La mar le susurró tú eres como yo: persistente sin agonía
El
sol se ocultó tras su piel encendida
En su mente latía el corazón de una nueva vida
Inquieta,
hurgó en los recuerdos de lo que no sería
Para eso se había hecho el harakiri y sufrió la despedida
El
viento del norte incendió el frágil velamen del destino
Para hacerla dueña de su portentosa vida
Y sólo le queda de aquel día,
un leve ardor en sus hermosas pantorrillas.
Juan David Porras Santana
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