A Mirta Figueroa
No hay nada que un hombre no sea capaz de hacer
cuando una mujer le mira
Alejandro
Casona
Vivo para ti, trato de buscar otra razón para existir y
simplemente siempre termino en ti. De donde vengo reina tu perfume, mujer.
Hacia donde voy, como un leopardo sigo tu aroma, mujer.
Me he convertido a fuerza de seguir tu rastro en el más infalible lebrel.
Día con día mi lenguaje corporal trata de alcanzar tu
atención, que decir de mis palabras que como un cruel emperador romano,
martirizo hasta obtener su verdad originaria para complacer tus más recónditos
deseos.
Que por oscuros guardamos en secreto y compartirlos nos hace
desenfrenados amantes.
Por ti todo, sin ti la indolencia profana. Perseguidor de una
fe adorable que dimana de tus entrañas me he convertido en el oficiante de un
culto afrodisiaco de consecuencias letales.
Es tu piel que incita a las prácticas olvidadas de la gran Cleopatra,
que de su naturaleza depravada surgían pasiones suicidas como las de Marco
Antonio y tantos otros ya olvidados
Al principio creí que era mi obtusa forma de asumir mi
existencia, la que hacía que me sintiera víctima de ti y tu circunstancia. Me
sentí redimido cuando descubrí que no
era yo, sino ese magnetismo que sin esfuerzo de parte tuya me llevaba hacia el
más insospechado destino: hacer de mí un
satélite natural que orbita en torno a ti y que su poderosa gravedad me alcanza, cada vez que
como un zángano me exiges penetrar en tu panal mi Reina Apis
Juan David Porras Santana
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