“Descubrí que no soy disciplinado por virtud,
sino
como reacción contra mi negligencia ;
que parezco generoso por encubrir mi
mezquindad
que me paso de prudente por mal pensado ,
que me paso de prudente por mal pensado ,
que soy
conciliador para no sucumbir a mis cóleras
que sólo soy puntual para que no sepa cuán poco
que sólo soy puntual para que no sepa cuán poco
me
importa el tiempo ajeno.”
“Memoria de mis putas tristes”
Gabriel García Márquez
Cuando volaba ayer
de vuelta a Caracas, sentí por vez primera, que luego de una de las tantas discusiones que tenemos
últimamente, no estaba triste. Me invadió
la firme convicción que tenía desde los 8 años de edad: no me voy a casar
jamás.
La razón para tal
determinación es tan elemental que parece infantil: odio algo en las mujeres que
a la vez es lo que me atrae de ellas; instintivamente pienso que el motivo de
esta pasión- odio, tan contradictoria,
es la maternidad.
Necesito ser amado
y protegido, porque como le dijera un Psicólogo maricón a mi amiga María Elena:
“sufres de desprotección afectiva”, y creo que ese diagnóstico dio en el blanco,
no en ella, sino en mí.
Tú mi compañera me
das todo ese afecto del cual carecí cuando era indispensable: en la primera
infancia, y por eso estoy contigo, compañera.
Pero como madre del
universo todo- eso es lo que la mujer cree que es-, te conviertes también en mi
peor pesadilla: hurgas en mis entrañas para asegurar que hasta mi desahuciado
hígado este bajo tu tutela; que mis pensamientos solo sean míos, cuando tú censura inquisidora los condene y los lleve al
garrote vil, o los absuelvas y me los devuelvas, santificados y redimidos.
Yo no sé vivir así,
pero algo más determinante, no estoy dispuesto
a hacerlo.
Inteligentemente me
has planteado en reiteradas ocasiones de que la naturaleza de la mujer es así:
“Juanda, todas las mujeres revisan las carteras de los hombres cuando duermen;
sus mensajes de texto y voz en los celulares; tienen espías en todas partes,
¿En qué mundo vives tú.?”.
Mi respuesta
intima: en el mío, lleno de egoísmo y temor, con toques de fantasía y
condimentado con pequeñas dosis de humor; un mundo labrado con las manos del
miedo y de la imaginación, lo que lo hace extraño y ajeno, aun para los seres más
amados y cercanos; esa mañana de ayer, sobrevolando la Margarita, supe que no
podía ser de otra forma: Tu eres tú y yo soy así.
Es por ello
compañera que te ruego me permitas mantenerme como siempre me has conocido, no
puedo, ni quiero ser de otra manera. Tú lo sabes mejor que nadie, lo hemos
vivido tantas veces, encuentros maravillosos que terminan en un cisma que
pareciera insalvable pero que se repite como un círculo vicioso una y otra vez.
Mi amada compañera,
creo que cada uno debe seguir su camino, ambos tenemos el deber y el derecho de
SER y cumplir con nuestras respectivas misiones para alcanzar lo cada uno de
nosotros tiene o no tiene en mente y alma.
Juan David Porras
Santana
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