Tal como les ofrecí concluyo con este escrito la serie de
cuatro breves ensayos sobre consideraciones de carácter autobiográfico
acerca de la verdad y la realidad.
Sin pretensiones más
allá de la de proponer un diálogo sobre estos temas espinosos y complejos – en espera
de encontrar en ustedes mis lectores coincidencias, disidencias, objeciones y
aportes- , logramos ayer arribar a el
paso fundamental antes de enfilar proa hacia los Rugientes Cuarenta – se denomina
así a la latitud dónde los vientos ululan y rugen, tal es su poder- de que conocerse
a sí mismo debe enfocarse en el consciente y no en esa sentina que es el inconsciente
. Aclaro, la sentina en un barco es la zona más baja del casco
circundante a la quilla dónde van a parar todas las aguas que llevan en su caudal generalmente
suciedad , a veces como me ocurrió en mi embarcación EL ESPIRITU SANTO , mi
medalla de bautismo y un aro hermoso que herede de mi abuela , llegó allí por
un entrepaño del camarote de proa ,
nunca los recuperé , asimismo puede ocurrir en el inconsciente , generalmente les
decía en el anterior va hacia él lo que
desechamos mentalmente , y en esa corriente puede ser arrastrado algo valioso –
lo que intenta recobrar el psicoanalista-
pero es tanta la basura acumulada en ese compartimiento estanco que es
preferible usar la vía de acceso del consciente .
Quiero comenzar este ensayo sobre el amor propio y el amor
, amor con pensamientos que logré acuñar en mi escrito sobre mí mismo que presenté como
trabajo final para graduarme en el Programa de Gerencia Avanzada del IESA, en
la oportunidad de atar los cabos sueltos que había dejado en mi Juventud y que
retome hace alrededor de diez años
Mi
naturaleza me insiste: eres animal sentimental,
más que racional y yo le respondo: creo que tienes razón pero esa escisión
desproporcionada, lo que manifiesta es mi predisposición congénita y la
configuración llevada a término por las circunstancias. Ella me pregunta:
¿Podrás lograr un equilibrio a posteriori con esa extraña conformación?.
Los
médicos me diagnosticaron desde manía – depresiva (bipolaridad) hasta
esquizofrenia- está última errada-. Era obvio, había un desajuste en mi proceso
de aprendizaje: todo lo sentía, no lo racionalizaba, en otros términos tenía
predominantemente percepciones sentimentales valorativas y no cogniciones
intelectivas, que me inducían a errar con frecuencia.
Luego
estas equivocadas interpretaciones de la realidad, se convirtieron en actitudes
que en muchos casos anularon mis aptitudes: qué penosa infancia, que inconsistente
adolescencia y hoy a punto de cumplir los 50 años, descubro que todo era
imaginario pero igual de real y por ende poderosamente perverso.
Muchas
veces me he preguntado, si soy tan tímido, si tengo pánico escénico, ¿Por qué
soy buen orador?, probablemente, por narcisismo; tengo miedo de ser y de
compartir la existencia de tú a tú. Es más fácil y alimenta mi ego voraz,
dictar una charla a un auditorio de 300 personas que irme con unos amigos de
farra y hablar de mí y de ellos. Así de grande es mi terror: el de un imponente
león cobarde. No, no, no, ¿qué digo? pero si soy valiente. He buceado rodeado
de tiburones, claro está, los escualos no me juzgan, pero soy incapaz de abordar a una mujer que
sea bellísima, me conformo con la accesible, porque la primera tiene el poder
de decir: no me gustas y eso no lo podría soportar mí engreído “yo”. Miedo a
fracasar, a ser rechazado.
Necesitaba
urgentemente un continente para mi disperso y disoluto contenido. Lo comencé a
buscar en el prozac, litio, lexotanil, terapia cognitiva, psicoterapia.,
alcohol. Siempre lograba una revolución: giro o vuelta que da una pieza para
volver a su posición original. Un círculo vicioso.
La
solución siempre la supe, pero por su naturaleza era inaceptable para mí
despótico prepotente y todopoderoso
“yo”: simplemente valor. Enfrentar los fantasmas, que de niño no me permitían
dormir sin mi fiel compañera, la luz eléctrica y de adulto me impedían llegar a
copular con la mujer que más me gustara,
sino a aquella que el “destino” me hubiese reservado.
Un esclavo de mi propia incertidumbre (siempre
me parecieron fabulosas las historias de la mitología griega, donde los hombres
estaban a merced de los dioses). Qué equivocado; si lo maravilloso es tejer tú
mismo tu destino, saber que cada acción tiene una consecuencia y es
responsabilidad tuya, con ellas modificas y forjas el mundo real. La única
forma de libertad posible.
En
general se piensa que el ego, el Yo, es el todopoderoso que nos hace engreídos.
Pues no el cumple una función indispensable de mediador entre lo que asumimos al comienzo
de estos diálogos como la circunstancia o la otredad y mi formación valorativa
y punitiva. En la psicología Freudiana es la entidad justamente mediadora entre
el Ello – la realidad- y el superyó – los valores –
Así
que puede ser YO o yo, gigante para compensar fuertes debilidades intrínsecas
del Ser o por el contrario diminuto para plegarse- de manera imaginaria- a la
realidad – complejos- al Ello – valores –
En
mi caso mi yo se comportó como un compensador de mi minusvalía de mi baja
autoestima , erigiéndome en un rey de mi reino , la soledad , la causa el
rechazo o dicho de una manera real de mi interpretación de lo que era sentirse
marginado , como ustedes habrán constatado en mis relatos anteriores.
Al
descubrir mi neurosis, la corregí por eso puede ocurrir que se perciba de mí,
todo lo contrario a lo que realmente era, o sea un acomplejado por la fealdad y
por una personalidad informe y no categórica como la de mi padre – referente valorativo-
Hoy
diez años después comienzo a reconocerme y amarme a mí mismo – frase que siempre
me pareció cursi- hasta escuchar esta historia . Me relataba una amiga contemporánea
que decidió a los 50 años de edad,
cambiar su vida, y empezó a indagar medios y caminos para lograrlo, encontrando
de forma insospechada a un grupo que hacía nudismo, le llamo la atención y se decidió
por unirse a ellos . El primer evento al que asistió se realizó en la playa,
llegaban las parejas , familias y mujeres solas y se desnudaban de la manera
más natural . Cuando se decidió hacerlo – con las naturales reservas de un
iniciado- despojándose de sus vestes , sintió un placer que fue creciendo , a
las dos horas compartía y se había olvidado que estaba desnuda. Juan David, me
dijo: en ese momento me reconocí por primera vez, esta soy yo , con mis pliegues , mis cauchos, mis
senos semicaídos, coño pero sin máscaras , sin ropa ni maquillaje , el blue
jean que me recoge la carne y las grasas y no sólo me aceptan ellos sino lo más
importante me reconozco yo tal cual y me
amo como soy , no como estoy , permítanme este inciso de paso está más buena
que el pan de piquito o comer pescado frito con las manos
Tan sencillo y vertical como una caña en el
cañaveral decía el poeta cubano Nicolás Guillén y tan verdadero y real.
Que
puede ser más consciente que la desnudez humana, mi amiga ratificaba con hechos
lo que yo he estado teorizando y practicando desde otro ángulo, desnudar mi
consciente para llegar a la causa de la ruptura entre lo que es y lo que pienso.
Mi
vida como la de la amiga cambió más o menos a la misma edad por caminos
similares llegamos al amor propio. En mi caso la timidez fue sustituida por una
ponderada existencia que por mi naturaleza tiende a la soledad pero no por
miedo al rechazo sino porque soy un navegante en solitario al que gusta
detenerse un algunas islas paradisiacas o no, a disfrutar sobre todo del género
femenino , ahora soy yo el que las busca y las corteja , disfruto de su
compañía en todos los sentidos . Son mis amigas, mis colaboradoras empresariales,
mis amantes, mis novias y lo que le da sentido a mi vida. Como escribí en mi
dedicatoria de Químicamente Puro: lo único realmente inquietante, le añado
vibrante.
Y eso
para mí es el amor, amor
Reproduzco
a continuación un poema que permitirá al amigo y amiga lectores tal vez
visualizar lo que en estas breves líneas he tratado de comunicar
LA COARTADA CONVINCENTE
Soy un niño bueno me reconozco y me acepto
Tengo para ello una coartada
convincente:
Un pesado corazón
Brillante y oscuro como la luna
Soy culpable me reconozco y me acepto
Tengo para ello una coartada convincente:
Papá murió sufriendo para
salvarme
Soy un zángano me reconozco y me acepto
Tengo para ello una coartada
convincente:
Me he tirado a la mujer en la que todos piensan
Pero bajan la mirada cuando la
tienen de frente
Soy sagaz me reconozco y me acepto
Tengo para ello una coartada
convincente:
He podido sobrevivir a pesar
de mi tara
y mi turbidez mórbida para el razonamiento
La pereza es mi gran atributo,
no la reconozco ni la acepto
Porque me cansa para ello,
buscar una coartada convincente.
Juan David Porras Santana
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