Abajo, ya tú sabes dónde. La luz
lóbrega y húmeda de nuestra bodega es el
claroscuro que guarda con celo y deleitoso placer el secreto de lo punzante, de
lo delirante que pueden ser nuestras pasiones.
Nunca imaginé que el tercero de
este triángulo amoroso fuese a ser un recinto que de chico me hacía correr
hacia el campo abierto.
Lo supe aquella tarde que
visitaste a Mamá , te mostró con detalles lo hermoso de nuestra atesorada casa.
Llegada a la bodega, insististe ante su despreocupada negativa que toda casa
noble guarda en sus entrañas secretos que la familia esconde. Se río con
picardía; tomó la llave, rompió la oscuridad de tantos años con una vela
encendida en una mano y en la otra tomaba la tuya para guiarte al fondo, dónde
se apilaban trastes, corotos, viejas telas y unos retratos familiares. Te
detuviste frente al mío y dijiste con voz queda. Bella foto capturó el alma, su
mirada, me da ternura y tiene una
dulzura en esos ojos aguarapados de
biscochos y café con leche servidos a
las tres de la tarde.
Mamá volteó hacia ti la mirada y como si se tratase
de un viejo proyector, vistes en sus ojos los míos, viviendo las distintas edades.
Yo callado detrás de ti, supe de tu invitación velada, a que esa bodega untuosa
fuese la recamara, dónde tu virginidad y la mía por última vez se encontrarían.
Tardes estuosas, tus nalgas
abundantes perfectamente simétricas contra la luz que por la claraboya entraba ,
subías y bajabas como desbocada lo hacías en el subibaja del parque de la acacia
casi morada, en aquel nuestro amado parque , nuestro mundo , nuestro universo
abreviado .
Éramos unos ignaros, no habíamos leído
sino a Julio Vernes y sus novelas visionarias y el milagro incomprensible de EL REINO DE
ESTE MUNDO de Alejo Carpentier, quedándonos en él detenidos, en el pasaje dónde
la bella blanca con su pie perfectamente arqueado, mientras el negro le hacía masajes ,le frotaba el pene y este no aguantaba y la clavaba.
Yo te
seguía en tus locuras, éramos iniciantes
ambos pero tú que habías nacido para lo
retorcido me mostrabas que siempre íbamos un paso atrás del placer total que
nunca alcanzaríamos .
La ventura quiso que fuésemos descubiertos
– por qué quién sabe a dónde hubiésemos llegado-Mamá no salía de su asombro era tal el
entorchamiento de nuestra posición que pasaron minutos que parecían horas, mientras
lograba sacar de aquella encajonada oquedad, mi venablo que ni con el susto se
puso chiquito , mi mano derecha que entera había entrado en tu receptivo
ano Como los perros que se quedan pegados
, yo no plegaba la mano , y tu apretabas como si por allí todas tus entrañas se
fueran a salir.
Te echaron y en aquel penoso internado
fui a parar , hoy cuarenta y siete años después , viendo a esta figura me
recordé que tardes como aquellas no las volverán a haber .
Juan David Porras Santana
Bellsimo este poema
ResponderEliminarCierto esas tarde no vuelven mas.
.Amigo como estás
ResponderEliminarMe fascinantes con tu poema
Recibe un a abrazo.