A Marisol Vieira
No la busques en las cartas náuticas
Pregúntale aquella gitana, te dirá
que debes comenzar a entender
que hay islas que sólo están en la memoria
Así le sucedió a Marisol
Había creído estar tantas veces
Conocía todas las salidas a la mar
Rodeada de impenetrables arrecifes
Siempre en lo intolerable, escapaba
y siempre sabía cómo volver a regresar
Descubrió que en la Isla de Quinto Kail
Nunca se estaba, sino se era y estaba
La llevaba por siempre adentro de ella
En ella sus marejadas respondían
extrañamente no a la luna sino a los besos
que como a La Bella Durmiente la despertaban
Evocar no era vigilia, era comenzar a soñar
se soñaba trabajando , en la cocina,
abasteciendo el hogar , nunca en consciente
simplemente lo hacía con exactitud cotidiana
que pasmosamente a los otros engañaba
Sólo ella sabía que soñaba milimétricamente
Y su otro yo se aletargaba desmesuradamente
Allí Marisol escapaba a la espléndida mar
Dónde despertar si era vigilia, alerta permanente
Todos sus sentidos y lo extrasensorial renacían
Como le gustaban las tormentas que asolaban
las malas tierras, llenas de lo espurio
Ver a Neptuno emerger siempre voluble
y decapitar al insaciable guerrero Marte
Estar y ser en sí, al fin a sus anchas
Porque como toda mujer ser y estar son una
y muchas formas y contenidos
solo hay que como ella
saber cómo salir y entrar
en la Isla de Quinto Kail.
Juan David Porras Santana
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