Impulsado por un fervor ciego, ayer comencé a escribir sobre
los Piratas del Caribe en dos planos desde mi memoria sobre lo que había leido que los recordaba en
sepia y desde una caminata por la costa que en tiempo presente vivía en toda su
policromía el Mar Caribe y sus secretos. He aquí mi segunda entrega. Esta historia
continúa.
Pd : quise anteceder el poema con un fragmento de la
maravillosa novela EL REINO DE ESTE MUNDO de Alejo Carpentier . En ella describe, lo que
a mi modo de ver representa una exquisitez culinaria del mundo en tierra de los
piratas, El Bucán . Que todavía en
algunas de nuestras islas se sigue practicando.
LOBOS
DE MAR, PLACER EN TIERRA
“Después de limpiarlos
[los cochinos salvajes] de cerdas y pellejos negros con escamadores de pescado,
tendieron los cuerpos sobre parrillas llenas de brasas, de lomo al calor, con
las entrañas abiertas –tenidas abiertas por finas varas de madera. Sobre
aquellas carnes empezó a llover una tenue lluvia de jugo de limón, naranja
amarga, sal, pimienta, orégano y ajo, en tanto que una camada de hojas de
guayabo verde, arrojada sobre los rescoldos, llevaba su humo blanco, agitado,
oloroso a verde –aspersión de arriba, aspersión de abajo– a las pieles, que
iban cobrando un color de carey al tostarse, quebrándose a veces, con chasquido
seco, en una larga resquebrajadura que liberaba el unto, promoviendo
alborotosos chisporroteos en el fondo de la fosa, cuya misma tierra olía ya a
chamusquina de verraco. Y cuando faltó poco para que los cerdos hubiesen llegado
a su punto, sus vientres abiertos fueron llenados de codornices, palomas
torcaces, gallinetas y otras aves recién desplumadas. Entonces se retiraron las
varas que mantenían las entrañas abiertas y los costillares se cerraron sobre
la volatería, sirviéndole de hornos flexibles, apretados a sus resistencias,
consustanciándose el sabor de la carne oscura con el de la carne clara y
lardosa, en un bucán que, al decir de Esteban, fue "Bucán de
Bucanes"–cantar de cantares. (SL 224-225).”
Del Reino de este Mundo de Alejo Carpentier
La hermandad
que superaba a la de la sangre
Ante la desgracia,
nosotros cuidaremos de ti
Los Piratas del Caribe
no sabían del mar eran el mar mismo ,
convertido en duros huesos y carnes firmes
Execrados
decidieron crear su propio mundo
Con un código tan simple
como el de Hammurabi
Como los lobos
tenían amplios territorios y un Alpha
Capitanes de sangre, Capitanes del viento
El imperio de lo sangriento
y de los placeres elementales
beber , copular y comer
a morir cuando estaban en tierra
En la mar jauría que persigue
hasta el fin del mundo
Nunca habrá navegantes
que sepan como ellos
aprovechar una tormenta
Nunca habrá navegantes
que pronostiquen como ellos
lo que el perseguido piensa
Nunca habrá navegantes
que puedan estar como ellos
despiertos y sin comer
cuarenta días y sus noches
Nunca habrá navegante
que graven como ellos
en piedra los lugares y caletas
Queda poco de la ballena
varada en tierra
penetrante el olor a muerte
que se mezcla con aroma de mar
Su sangre es ocre y prehistórica
su inmensa osamenta
Pienso por un momento llevarla
para que frente a casa recuerde
que aquí vive junto a ella, un marino
que sacramenta en su osario
la mar con que sueña volverla a la vida
Juan David Porras Santana
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