A María de los Ángeles Cervantes
Aquellas noches
dónde nuestras gargantas
eran el campo de batalla
de nuestras lenguas
en una lucha cuerpo a cuerpo
que sin piedad ocupaban todo
el espacio carnal y sus vanos
Ardían, nuestros cuerpos
poseídos por la vehemencia
rechazando la intervención
divina y los exorcismo
Crujían los huesos,
estertores lupinos gemían
al fin nos habíamos descubierto,
los novios amantes
Aquellos senos perfectos,
centro de tu erotismo
Los devoré con ansias
de dominarte, complacerte
Cuando asomaba la luz cruda
del nuevo día
El daño y el placer eran evidentes,
arrepentido bajaba mi cabeza
y mi vanidad se henchía
La noche regresaba
con ansias de carne y sangre
Mi arrepentimiento era tan falso
como la risa de las hienas
Me pedías más dolor y placer
como un masoquista a un sádico
Y nos complacía el éxtasis
que precede a la razón y al sentimiento
Eras tan fervorosa
que anunciabas el fin del mundo
y mi perversidad te recordaba
el amor de los Etruscos
Como un cometa de larga cola
nos dibujamos en el azul
del primer amor
que por incendiario se alejó de la tierra
Juan David Porras Santana
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