Al primer amor carnal de mi vida
Lacio bailaba al son de la gravedad
Cabellera y pómulos salientes
Boca que besaba a la distancia
Cuando hacía contacto
Nos trocábamos los labios
Su lengua espesa
era puras papilas gustativas
que intercambiaban placeres
con las olfativas
La sangre era una montaña rusa
entre sus arterias y las mías
Hoy lo llevo a la palabra
40 años atrás
éramos dos cuerpos , dos corazones
sin más sentido que sentir
que uno sin el otro moriría
En mi abanico de percepciones
La música de la vida salta de octava en octava
Pero como con “Melocotón”
y su eterno mechón mordido
jamás volví a sentir
lo que los gitanos llaman bodas de sangre
Dónde el amor siempre vence a la muerte
Los personajes que nos rodearon
en nuestra breve
pero intensa historia de amor:
La abuela ciega que sentía
por la noche los gemidos,
pasaba a centímetros de nosotros
Se murió sabiendo que en esos días
algo ocurría , lo oía , lo olía
pero no lo veía , se llevó a la tumba
la convicción que en la casa habían espectros
cuando lo que allí se retorcía
era sangre hirviente, azahar
y las más punzantes y excitantes mordidas
El perro que en su instinto se confundía
Venía nos olfateaba y ladraba
como coro de nuestra intima orgía
El resto de su familia
plácidamente dormía
La noche y el alba eran nuestros
Hasta la agonía era un puñal de plata
Sus ojos dos topacios
enterrados en el alma mía
Y su mechón de cabello que mordía
Será mi eterno recuerdo
Que lo ocupará todo
Cuando suceda mi agonía
Te he estado esperando amada mía
Juan David Porras Santana
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