Amada, miro tu deriva
te alejas sin saberlo
Como el velero que pierde
el rumbo por abatimiento
La mar desconocida para ti,
es el agua bautismal de mi memoria
Permíteme tomar el timón
para llevarte a mi costa
Me necesitas y yo que en cambio
te deseo amante de los Cienfuegos
El apremio de mis maniobras te asombra
Cuando aseguras la costa
tu necesidad se hace deseo
Ardemos en una pira
que espanta los malos espíritus
Y solo tú y yo nos consumismo
hasta hacernos rescoldos
Tanta plenitud nos confunde
con el arco de la bóveda celeste
que en leve beso
con el horizonte de la mar, nos hace uno
Nos liberamos de los aciertos que abruman
que rechazamos con las geometrías terrestres
La arena de mis playas
son rosa y la mar celeste
Inmensas iguanas las caminan
mientras retozamos y convulsionamos
en un acto tan pretérito como sus cabezas
se confunden nuestras humedades
La mar crece, se cuela
y moja nuestros desnudos huesos
La sal cura nuestras heridas almas
y la carne viva se retuerce
Somos los últimos amantes
antes del gran estallido
del sol que en huida desangra el horizonte
Y estampa en aguafuerte
Las incontables bandadas
de aves marinas que con él se alejan
Juan David Porras Santana
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