a Flor Hinojosa
Se despeña el río desde las altas cumbres
Mis manos atenazan tu cintura caliente
Y el agua nos golpea fuerte y fría
Nos precipitamos con el agua
Que incorpora a sus moléculas las nuestras
Somos río y el río es nosotros
La vertical de la inaudita cascada
Nos lleva al vórtice de un extenuante remolino
el cual nos demorará hasta la desesperanza
La vida pende de mis manos y tu cintura
De pronto las aguas son cálidas y lentas
Flotamos como viejos y caídos cedros
uno al lado del otro, meditabundos
El cielo es vegetal repleto de aves ensoñadoras
La algarabía contrasta con los silentes meandros
Las aguas ahora turbias
son interminables carreteras acuáticas de la selva
De pronto el inconfundible yodo de la sal
Sé que se acerca la desembocadura al mar
Los latidos retumban en nuestros oídos
Y el encuentro de las dos aguas es un contrasentido
El río no nos quiere dejar ir, la mar nos reclama con furia
Exhaustos despertamos a los tres días
Mar adentro, una corriente de rumbo oeste
Nos empuja hacia las tierras del sol naciente
Tomados de las manos nos entregamos
En franco descenso
nos acobija el zafiro oscuro del agua profunda
abrazados caemos como un barco que se hunde
Conscientes de que en el fondo , corales y algas
como en un viejo naufragio nos colonizaran
Juan David Porras Santana
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