A Carey Mulligan
Adicto y lloré, adicto y no me pude contener
Y ese olor que como la orquídea negra hace de mí
lo que realmente soy, veleta del viento de los placeres
Que en todas direcciones llega hasta perderme
Muchas veces en el tórrido mar de los desaparecidos
Y escucho New York, New York cantado como un Adagio
Sexo substancia oleaginosa que me lubricas el alma
Que haces que el cuerpo supere al espíritu
Que mientras más profundo en la caverna
Insista en perderme en sus estrechas galerías
En las que nunca alcanzó la oscuridad absoluta
Como con la heroína que le hace la cama a la muerte
No, no aquí llegas a parecer un batracio blanco
Pero no mueres de sexo sólo se muere de amor
Hay un abismo entre el amor y la lujuria
Prefiero la segunda caerás y caerás sin tocar fondo
Tu ego se retroalimenta de tus desmanes, aberrado
Creí dogmáticamente que las putas no sentían, ni besaban
Me faltaba bajar tantos escalones para llegar a comprender
Heme aquí solo como mi gruta, recreándome, revolcándome
Penetrando hasta que salga espuma porque llegaré
Juan David Porras Santana
Toda adicción quiere llegar a profundizar y enriquecer la vida y siempre la banaliza y empobrece de modo que la muerte termina siendo la mendiga en harapos que tiende la mano del olvido perenne al adicto y este es el acto de amor que se recibe. La lujuria nos mantiene cautivos, esclavos y con sus encandilamientos y máscaras oculta al amor verdadero. El tuyo es un poema esclarecedor.
ResponderEliminarEl Amor preferible es como cura, antídoto del mismo, convertido en pecado; que de la mano te lleve y eleve sobre la oscuridad...soledad no haber sido.
ResponderEliminarel amor te ennoblece...pero la lujuria te atomiza en el espacio...
ResponderEliminarel amor ennoblece pero la lujuria te atomiza en el espacio
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