Tibia ascendía por las costillas
El la sentía que ardía y humedecía
como si lastimara y curara a un mismo son
Echados sobre la hierba detuvieron
a la tierra por un breve
pero determinante momento
era necesario para recapitular
y volver a comenzar
Así funcionan nuestros primeros amores
Impávidos parecen caballos pastando
que de repente
como si desde el más allá les espantaran
echan a correr por la pradera
con ímpetu y alma indómita
quién sabe a dónde , quién sabe para qué
La hierba se acomoda
a cada centímetro de la piel
y la piel de él a la de ella
hacen como el agua a la arcilla
se amalgaman y se prestan para esculpir
La mirada no existe no hay nada que objetivar
Contemplativos prolongan el sin sentido
de lo que los rodea, sólo existen ellos
Puros, inocentes, complacientes
Divagan como los leones del Serengueti
No importa quien vive, quien muere
No existe el mañana, solo el instante cierto
Tan cierto que no podrían morir
Son inmortales enamorados
Rodeados de un universo
Que no puede creer lo que contempla
Como su infalibilidad se hace añicos
Con una caricia que solo busca complacer
Juan David Porras Santana
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