"Si nos volvemos hacia una
realidad más grande, es una mujer quien nos tendrá que enseñar el camino. La
hegemonía del macho ha llegado a su fin. Ha perdido contacto con la
tierra".
Henry Miller.
El
amor es la quintaesencia de la mujer, es
su ser constitutivo. En el hombre, el amor es coyuntural y lo aprende sólo y únicamente a
través de la mujer. Éste a fuerza de poseer cree extender sus dominios cuando
conquista a una mujer y la pierde cuando como un niño desecha un juguete al que
desarmó para conocer su ser en sí. Los
hombres son como los músicos, entran, tocan y se van.
Estamos hechos para lo básico y con ello creamos desde
las obras de arte más sublimes hasta
las más atroces guerras. Las mujeres por el contrario son la creación en sí
misma, el ser más delicado y por ello un instrumento de precisión para atisbar
más allá del conocimiento en sí, maliciosamente divinas. Así debe ser, su misión lo impone: cuidar y proteger la
trascendencia que no se limita a la procreación y permanencia de la especie,
sino a garantizar la razón de ser de la propia existencia.
Ya
lo dije en el día internacional de la poesía, que la
mujer es la gran motivación, no sólo por la procreación, sino porque ella
guarda el secreto del sentido de vivir en su erótica y poderosamente
atractiva mente en contradicción con el instinto de la muerte-Eros versus
Thanatos- y permanentemente tiene que hacer uso de los más sofisticados
artilugios para que nosotros los infantiles y soñadores hombres lo recordemos y
actuemos en consecuencia.
En una
oportunidad le pregunté a una amiga ¿Has pensado alguna vez porque eres tan femenina?
Eres una de las expresiones vivas del poder del instinto más
elocuentes que he conocido. Escogiste a un hombre con superioridad en la
aptitud espacial, tanto así, que ejerciste tu primer rol de madre con él, al
enseñarlo con el poder de tu adaptación filogenética. Lo preparaste para el
oficio y luego el amplío su área de
influencia, lo que te garantizo el poder tener un hijo en condiciones de
dedicación casi exclusiva, al cual le has dado la protección para la cual estas
mandada a hacer desde los genes hasta el último resquicio de tu espíritu
objetivo.
Y la magia de tu feminidad está, en que los hombres somos competitivos y en el amor es nuestro principal
leitmotiv, ustedes son profundamente eróticas
y románticas, ya lo decía el genial e ingenioso Oscar Wilde “Los hombres
siempre se empeñan en ser el primer amor de una mujer. Las mujeres prefieren
ser la última novela de un hombre.”
Juan David Porras Santana
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