La vi desnuda por
primera vez
Hasta ese momento no sabía que yo existía
Que en cuerpo y alma le pertenecía
Que mi tan aclamada inocencia
era un relicto absurdo del tiempo
¡Qué milagro es corporizarse!
que mística la conciencia del par
Con los ojos bien abiertos
anduve por los caminos crudos de la existencia
A cada hallazgo correspondía
lágrimas de amor y sangre agolpada en el corazón
Desaprendía todos los días
y olfateaba su ser como un lebrel
Reincidía en su más mínimo hueso
Era su tuétano mi única
substancia para existir
En algún recodo del camino la perdí
Fui otro, estaba en el limbo sin transición
Hasta que una vez más, fui rescatado por ti, mujer
Juan David Porras Santana
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