A Luna Bajares
De tanta música, al poeta le crecían las orejas
El Añalejo de Eugenio Montejo
Como un náufrago fui rescatado
de mi propia marejada
Había dejado de defender mi vida
¡De pronto
como los verdaderos milagros!
De la noche surgió la inmanente Luna
Y con ella y al son de ella
Flotaba en la calma chicha de la mar
La sensación era plena
las palabras eran notas
Me arrastró hacia la blanquísima playa
Allí se encargó de curar mis heridas
No eran de sangre, sino de desazón
Un sentimiento de atracción gravitatoria
Me hizo orbitar en torno a ella
Era tan perturbadoramente bella
que como la Virgen de un náufrago
La sacralicé
Desperté y no dejaba de pensar en ella
Apartaba de mi mente el amor, la pasión
La había beatificado
Así que me conformé
con religiosamente
visitar su altar mayor : Su voz
cálida entraña sabrá Dios
de que caracola emergió
tan adentro en mi corazón
que era como hacerle el amor
en Si bemol mayor
madera de un clarinete
que meditabundo vaga en lo azul
Sólo la toco
cuando la abrazo
para aferrarme a mi fe
En ese instante cierto
puedo sentir que viajo al centro de su ser
y me abandono como cuando con sus notas
me rescató de aquel misantrópico naufragio
Juan David Porras Santana
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