Para Juan F. Porras Rengel,
ninguno como él
Papá es del reino de este mundo. Sus apetitos
tienen la insistencia de las hienas y la fijación del guepardo.
Papá es varón. Fantasea con las hembras hasta
enterrar fatalmente el aguijón de su escorpión.
Papá es un cachorro socarrón. Lo amamantan sin
mesura y gime sin la teta, como si fuera
un abandonado en las puertas del convento de Nuestra Señora de la Consolación.
Papá es la vida. Enreda el ovillo de las tres
viejas hilanderas que tejen sin saber que no se ha ido, ni se irá.
Papá es tozudo. Tiene la compulsión del coito
de un bonobo
Papá es Mercurio. De este gentilhombre se pregunta uno: de dónde? Para qué? Y sobre todo, ¿ahora? Se nos olvida que como
Góngora, es a veces el
“Príncipe de la luz “y en otras “Príncipe de las tinieblas”
Papá es el único romántico. No fue ni el primero,
ni será el último. Sólo hay uno,
ÉL, porque del fondo de su alma, en
ese espejo de agua se reflejan las dos caras de la luna: donde son y están, él y su
mujer.
Juan David Porras Santana
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