Para Juan David Porras Santana
Hoy su madre sorpresivamente le dijo: Juan David, tu serías un buen Padre.
El se sonrío y le dijo: cuando veo a mi hermana – que estaba presente- a Belkys, el amor y la sapiencia con que
tratan a sus hijos, no hago sino llenarme de asombro y me siento tan disminuido
en el ejercicio de la paternidad que me
respondo a mi mismo: no creo haber podido hacer algo tan desprendido. Su madre
inmediatamente le ripostó: el rol del padre es distinto. Se quedó viendo a su
papá y entendió, lo que ella le quería decir, pero era algo con lo que él, no
estaba de acuerdo.
Vino a su memoria el verso de Vallejo: “Mi padre duerme, está ahora tan
dulce, si hay algo en el de amargo seré yo”. Recordó perfectamente o reconstruyó para aquilatar el
descubrimiento, el momento en que la lectura de ese verso sacudió para siempre
su hostigado corazón. La dualidad de un alma en pena, que aun mismo tiempo rebosaba de alegría; comprendió como un relámpago, la dulzura y la
amargura de ser padre y de ser hijo, y optó entonces por ser hijo para siempre.
Allí su sino, allí su destino que no es
más que su voluntad o la falta de ella- al final es simplemente un medio para
alcanzar un fin-en este caso, renunciar a priori a la lo que Juan Pablo II
denomino: «en
una sola carne», refiriéndose a la
trascendental decisión de un hombre y una mujer de convertirse en padres.
Siempre he dicho
que en vez de convertirse en un lobo estepario, lo cual era su intención como
podrán colegir por lo que les he narrado, terminó siendo un cordero sin rebaño.
Hoy, que se acercó a su hogar materno, hoy que sintió tan ajena la navidad, pensó
en mi cena de navidad, yo sabia lo que
me diría a las 11:30 PM, y en un mundo predeterminado, como ha decidido tener- aun cuando él, no lo
quiera reconocer -
donde no hay
sorpresas, donde es un experto gurú, chaman de profecías auto cumplidas, de
vaticinios de lo ya vivido, que los transforma proteicamente en nuestro
porvenir.
Se amplificó entonces mi estrecho discurrir
Ayer me recordé que quise ser hijo una y otra
vez
Naufragué, naufragué,
sólo mis manos te miraron
Los ojos se encapotaron como siempre, cuanta
embriaguez
Los tuyos estaban
grandes, muy grandes, certeros, arteros
Listos para el sexo que
asalta y se enrosca como una cascabel
Crótalo
sinuoso en la arcilla de Babel, gira anda gira
Es que no te has dado cuenta que
ella y por encima de todo, ella
Razón de ser, latido,
huella, umbral, senda, baraja
Erguido caminaré
convencido, lo escrito, escrito está
Las bodas de la guerra
no son en las trincheras
El campo abierto está
para soñar que
Frankenstein quería
una novia que fuese como él
De Juan David Porras Santana