A Andreina Gómez Machado
Un arcángel lleno de miedo y codicia
caía desde la eterna altura
No entendía por qué,
siempre había sido el más bello, el más querido
Presumía como lo hace
el genio o el simpático por aclamación
Su pretensión, ser
a imagen y semejanza de su Padre
La codicia explica nuestra conducta
antes de tener uso de razón
Se codicia la caricia ajena, la distinción
y lo más terrible lo que abunda
Todo lo quieres para ti, nada sobra, todo falta,
así nacemos hijos de Luzbel
Y por ello como él,
vivimos en el reino de las tinieblas,
extrañamente como él,
también somos hijos de la aurora
Cuando eras Yezidi y no Luzbel
y te revelaste contra Dios para darnos la sabiduría
Él te perdonó,
Esta es otra interpretación,
humana y libre de codicia
Entonces como de la nada,
surgió la inquietud,
¿y si Dios después de crearnos nos codició?
Los límites los impuso nuestro amado Dios
para contener nuestra indetenible ambición
Pero encontramos subterfugios
para evadir las leyes del Señor,
desde la mentirilla blanca
hasta el holocausto
que persigue según su Luzbel
la materialización de la pureza de Dios
Sabremos reconocer entonces que la ambición
es la marca de Caín y nuestra autodestrucción
Juan David Porras Santana
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