Los
testigos aseguran que siempre la vieron en la punta de Güinima
Era
telúrica y marina; es una mujer de sal y arcilla, dicotomía
Desde la
punta otea una ribazón y la salida leve del sol
Los más
viejos pescadores le dicen Arimacoa, como lo hacían los guaiqueríes:
Mujer
que con el nácar de su piel envuelve de profundidad y contenido a la vida marina.
Un carey
toma aire y le anuncia la zambullida, aguas cristalinas
Ella se
despoja de Arimacoa y vuelve a San Pedro
La casa
es la sábana blanca, la cotidianidad es de leña
Nemesio
toca su puerta con su puño de grietas sobre la arcilla
Toma el
agua fresca y la sincera sonrisa, la quieren tanto.
La ven
alejarse, es de tarde y el ocaso es un coito contra natura
Las
vestes de Arimacoa están blancas como la espuma
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