Pienso en una rosa. Ella juega con sus espinas
Rompo el espejo de agua. Ella complacida moja su
cabellera en la cascada de aguas cristalinas
La rosa es
carne. Ella gozosamente me muestras sus encías, que de tanto mango son
amarillas
Los témpanos
del miedo siguen la deriva. Ella traza una estela de sangre en cada brazada
La miro y la
miro. Ella se sabe la elegida
El tornado
verde, es lo vivido en la estancia. Ella trata de encontrarlo, sin éxito
en su madre, simplemente no acepta que esté circunnavegando la redondez amplia de la
tierra.
La he
visto desnuda. Ella insiste que nunca deja sus vestes
Seguramente la soñé como ella dice que siempre me
ocurre
Me siento extraviado en el mar de sombra y de agudo
colmillo.
Ella me toma de
la mano y me muestra con ternura que
entre su alma y la mía, media la uterina rosa sumergida.
Juan David Porras Santana
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