No logro entender mi falta de pertenencia, lo cual atribuyo a mi biología
Los años no coinciden con las cosmogonías de aquellos a quienes quiero
Siempre, como una letanía pienso que el destino así me lo impone
Hablo con jactancia del libre albedrío y de las consecuencias de no hacer nada
En el fondo, ¡ay! cuánta seguridad siento en el designio de creadores, Dioses y en sus inextricables alegorías
La música, la siento pero no la escucho; los besos son breves instantes de deleitosa agonía
El paisaje jamás pintó en la opacidad de mi retina, pero en mi corazón Químicamente lo recomponía
Descubrí el 12 de octubre de 1955 que se me había ido la vida
Comencé a andar con la resignación ininteligible del judío
Aparentaba a veces miedo, a veces un coraje sobrevenido
De Cristo tomé su última tentación y de Marcelino el pan y el vino
La mujer me dijo: eres feo, así como siempre he querido y por eso serás siempre mío
El hombre no dijo lo que pensó, porque nunca supo que alguien estuvo allí
Amo la luz de Reverón, de la fluorescencia, de la canícula, aun así me bautizaron: dueño de la noche
Respiro, respiro, respiro y sigo respirando, que la vida es adúltera y tal vez esta noche la pase conmigo.
Juan David Porras Santana
Los años no coinciden con las cosmogonías de aquellos a quienes quiero
Siempre, como una letanía pienso que el destino así me lo impone
Hablo con jactancia del libre albedrío y de las consecuencias de no hacer nada
En el fondo, ¡ay! cuánta seguridad siento en el designio de creadores, Dioses y en sus inextricables alegorías
La música, la siento pero no la escucho; los besos son breves instantes de deleitosa agonía
El paisaje jamás pintó en la opacidad de mi retina, pero en mi corazón Químicamente lo recomponía
Descubrí el 12 de octubre de 1955 que se me había ido la vida
Comencé a andar con la resignación ininteligible del judío
Aparentaba a veces miedo, a veces un coraje sobrevenido
De Cristo tomé su última tentación y de Marcelino el pan y el vino
La mujer me dijo: eres feo, así como siempre he querido y por eso serás siempre mío
El hombre no dijo lo que pensó, porque nunca supo que alguien estuvo allí
Amo la luz de Reverón, de la fluorescencia, de la canícula, aun así me bautizaron: dueño de la noche
Respiro, respiro, respiro y sigo respirando, que la vida es adúltera y tal vez esta noche la pase conmigo.
Juan David Porras Santana
No hay comentarios:
Publicar un comentario