En esta breve saga inspirada por
mi amiga Cheroke Hudson, sobre sexo y amor. El factor originario, el instinto
se ve alterado y por momentos desubicado por los dos grandes poderes del ser humano:
sentimiento y razón. Haciendo del tema una suerte de enjambre de abejas africanas
que impide llegar a la miel y que esconde su jalea real en el papo de la Reina
, verdadera artífice de este código femenino que nos diferencia y nos atrae
como ninguna experiencia sagrada o profana
Trataré en esta última entrega
que no puede ser explicita, sino sugestiva, de trazar Jeroglíficos como los del
primer salto cuántico que dio el hombre para entender su circunstancia. Como en otras oportunidades he dicho: Ellas son,
Nosotros estamos.
Con la primera sangre de celo
El hombre trazó
un vientre
abultado
en la bóveda
de la más recóndita
caverna
Los cuartos traseros de la cebra
Le hicieron pensar
en la redondez de su hembra
Esa curva tenía un mensaje
tan revelador como el rastro
Inducía al placer
que Él manifestaba
en largas
masturbaciones
Ella hacía milenios
que se tocaba mirando las estrellas
Y se frotaba con los juncos
en los vados de la ribera
era epiléptica y convulsiva
Ella lograba una extraña
conversión del horizonte
que desaparecía y ella todo lo
ocupaba
sin espacio ni medida
Apareció el amor
cuando éramos legiones que
competíamos
De vulgares fieras, inventábamos
tácticas de caza como la rosa
y descubrimos con ellas
como dañaban las espinas
Los orgasmos
son nuestra corona, Rey león
Sin amor
desconocían y fingían, pobre león
¿Cuál es la diferencia?
El sensible oído de Eva
Juan David Porras Santana
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