Para la leona valiente
“Te advierto, quien quiera
que fueres,
¡oh!
tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza,
que si no hallas dentro de ti mismo
aquello que buscas,
tampoco
podrás hallarlo fuera.
Si
tú ignoras las excelencias de tu propia casa,
¿Cómo pretendes encontrar otras
excelencias?
En ti se halla oculto el tesoro de los
tesoros.
¡Oh! hombre, conócete a ti mismo y
conocerás al Universo y a los Dioses".
Inscripción
en las puertas del Templo de Delfos.
Cuando hoy invocaste
la piel como órgano sensor, me retrotrajiste a la noche del viernes 10 de noviembre. Te
confieso que en esa velada, desde que te sentaste a mi lado, sentí que
irradiabas un calor próximo y sensual. Que provocaba tocarlo. Pero que hubieses
dicho: ¡Qué abusador, este tipo como que cree que soy de las que………!
Pero cuando bailamos- una pieza que ella en si
misma implica tocarse: Georgia- corroboré que ese calor salvaje de mi pareja, era el de una
felina transmutada de leona a pantera. Todas las fieras de la nocturnidad están
representadas en este félido.
Primero me llegó por
el olfato. Tu vaho era una reconcentración de endorfinas, transportadas por el
sudor de una pantera en cautiverio que caminaba de una esquina a otra de su
jaula.
La melena espesa
jadeaba en mi mejilla. La cintura, un sendero esquivo del complexo de un cuerpo
unitario, y dispuesto para el amor sin más cortejos que los de la danza.
La mirada se había
ido. La sustituyó el pulso de la aorta de un impala que palpitaba entre tus
fauces.
-Juan David, pero tu
imaginación desbordada lo que hace es ratificar que eres pura fantasía: un
pollo cobarde, que ni siquiera quiso prolongar una semana después, su
ensoñación. Yo no sentí nada de eso. Sólo recuerdo a un pollo asustado que
arrastré por la pista de baile, al son de una íntima canción.
-Juan David, tienes
que vencer ese miedo. Mientras que yo soy una traga-vida, tú le huyes. Pareces
sentir más gusto por el reino de los muertos
que por el de los vivos; me recuerdas al Conde de Lautremont, cuando se quejaba de los escritores de la alquimia del verbo
que para crear lo sobrenatural inventaban fórmulas literarias de lo insólito:
violando a las muertas en el cementerio, en vez de a las vivas
-¡OH mi Juan David!, en qué criatura tan quijotesca te me has
convertido.
Yo te presentía
fogoso, apasionado, arrojado, valiente pero en el mundo real, no en los versos.
Extraña decepción,
porque aun así, pienso en ti. Fíjate, voy a viajar Bogotá, y estoy segura de pasar por la avenida de
todas las flores, e inequívocamente me recordaré de las rosas que me hiciste
llegar, y que duraron más que tus ímpetus.
Ay, mi Juan David, mucho ruido y pocas nueces. Me recuerdas tanto
a Beatriz y Benedicto que para entenderse tienen que despojarse de sus máscaras
lingüísticas para caer una y otra
vez en el tiempo circular. Repetirse,
repetirse una y otra vez. No, eso no es para mí. El mío lo quiero de carne y
hueso, decidido, eso sí: romántico y
espiritual.
-El Juan David que
creí conocer es distinto al que ahora conozco; qué pensará él de mí; ya lo dijo
Juan Ramón Jiménez: “Cuan extraños, los dos con nuestro instinto, de pronto, somos cuatro”
Especulando, cuando el instinto dejó paso a la primeras
disquisiciones y desvaríos amorosos, una mezcla de emociones, sentimientos y
por qué no, razonamientos, la selección se convirtió en cosas del corazón.
Tratar de conciliar las fuerzas de ese nuevo corazón, con el
instinto y con toda la gama de sentimientos que se presentan en el espectro
confuso del ser humano del siglo XXI, es lo que tú y yo sufrimos ahora y para
siempre.
No es una condena, es simplemente una realidad en la que reconocer
que el equilibrio entre lo que pensamos y lo que sentimos es casi imposible, o
por lo menos es un ejercicio permanente, una pugna entre Woody Allen y Mia
Farrow, el resultado una larga dialéctica sin solución de continuidad: lo
inconducente
Por eso nos cuesta tanto; lo que quiero, lo que soy, lo que no
estoy dispuesto a repetir, lo que jamás permitiré, lo que deseo, lo que espero.
- Hola Juan David, me puedes parar por un momento, por favor. Oye,
pero que complicado eres. Nos vamos o no nos vamos a ver: YO NO SOY UNA LEONA
COME HOMBRES O UNA CHICKEN KILLER. ¿ME TIENES MIEDO? Si, si no no me gustarías
tanto; PORQUE SOY COMO COOL Mc COOL: YO AMO EL PELIGRO
Juan David Porras Santana